Flow, segundo libro de Lola Vivas (Madrid, 1969), editado por Tres Hermanas, resulta una suerte de travesía en cuya narración se concita la reflexión, lo lírico, lo pesadillesco. Queda difusa la frontera entre lo alucinado y la vigilia, y su lectura pareciera el sueño de un nido donde los árboles rechazan la muerte. Está presente el fuego, pero sin que estemos en un territorio anímico excitado por él. Tampoco por el miedo. Más bien por el deseo de conocer (se). Y en ese espacio de indeterminación, de fragmentación narrativa, brota la fragilidad de la belleza, erigiéndose por entre todo aquello que no miente.
“Entiendo el amor como el sentido último de la vida”
- Los paréntesis, que encierran los títulos de los distintos capítulos, ¿qué confinan exactamente?
- En general, el título de cualquier texto enmarca de alguna forma el sentido, como alzar un poco la voz sobre el tema que aborda de forma metafórica. El uso de paréntesis y minúsculas —excepto en los nombres propios— en los títulos es una forma de hacer esto mismo, pero en vez de alzando la voz, a modo de susurro, de sugerencia, un título quizá algo más humilde.
- Le devuelvo en forma de pregunta una de las afirmaciones que se encuentran en la narración: ¿Siempre pierde el que ama? Y de ser así, ¿por qué?
- Entiendo el amor como el sentido último de la vida. Amar nos acerca a lo divino, nos hace inmortales, confiere a la vida el sentido más auténtico (y necesario). Dejar de hacerlo, independientemente de los motivos que nos lleven a ello, nos devuelve a la finitud, nos arroja a la muerte. Por eso siempre pierde el que ama, porque es el que se expone a perder eso, el que asume el riesgo y se lanza al vacío. La parte más luminosa de todo ello es que esa pérdida no es para siempre, aunque en un principio pueda parecerlo, la capacidad de amar no se pierde.
“No identifico la fiereza como fortaleza, sino más bien como agresión”
- Los Tres Perros idénticos, así como Bâtard, ¿representan la fiereza de lo masculino? En este orden de cosas, ¿Que la Gata llameante siempre quede próxima a la llama, en uno u otro sentido, nos habla de que lo felino, en general y como metáfora, es mucho más frágil de lo que aparece?
- No identifico la fiereza como fortaleza, sino más bien como agresión, tanto si se muestra como defensa o como ataque. Así que sería lo contrario: la llama, una vez prendida es difícil de apagar, cambia de forma, se eleva hacia lo alto o se hace más pequeña, es sensual, adaptable y siempre se abre camino. Además, nunca pierde la luz. En ese sentido, no la veo frágil, al revés, mucho más cercana a la fortaleza.
- Suponiendo que la Niña sea la Mujer misma (uno de sus otros yoes), ¿de qué depende que esa niña que todos cobijamos en nuestro interior tome el timón, como en la escena de los muñecos?
- Creo que la Niña representa esa parte de la Mujer que se deja llevar más por el impulso, esa inconsciencia ante el peligro que hay en la infancia que nos conecta de inmediato con lo que realmente queremos hacer sin juicio de valor alguno. Diría que toma el timón en situaciones límite —cuando la cabeza se ofusca y el pensamiento estorba— que requieren determinación y una valentía visceral.
“La palabra únicamente cura cuando está libre de fingimiento, es coherente y honesta”
- La palabra, la conversación, ¿todo lo cura?
- La palabra es un concepto, pero también una herramienta que cada cual utiliza a su manera. Como tal, una misma conversación, el lenguaje, no es igual para todo el mundo —incluso hablando del mismo tema o utilizando las mismas palabras—, y difiere mucho de unas personas a otras. La intención es un factor importante. Así que entiendo que la palabra únicamente cura cuando la intención sobre la que se asienta tiene una base de sinceridad, está libre de fingimiento, es coherente y honesta. De otra forma estaríamos hablando de una pantomima que posiblemente no cure nada.
- ¿Cómo se intuye o se sabe que una relación se ha quebrado de manera irreversible?
- Creo que cuando una relación se quiebra, primero se intuye durante un tiempo, porque el saberlo de golpe sería difícil de asumir. También creo que una vez se sabe, es decir, una vez se asume, es porque ha llegado ese punto en que ya es irreversible. El cómo saberlo es quizá la parte más compleja de explicar, porque uno solo sabe algo cuando toma conciencia de ello; el por qué lo hace difiere mucho de las personas y supongo que tiene que ver con los propios límites.
- ¿Siempre es mejor ser consciente de la situación (comer de la manzana) que mirar para otro lado o tratar de posponer el enfrentarnos a ella?
- No tengo ninguna duda de ello. Lo que ocurre es que no es tan sencillo hacerlo, requiere de mucho coraje.
- En la misma línea semántica: “Si el poder es cuestión de ocultar parte del deseo”, ¿la mansedumbre lo hace por completo transparente? ¿Hasta qué punto es posible ocultar el deseo? ¿No ocurre tantas veces que es el propio deseo el que se nos oculta?
- El deseo, cuando no es impulso o arrebato sino consciencia de lo que se quiere, de lo que se desea y anhela, no se nos oculta. La cuestión es asumirlo y querer verlo en toda su claridad. El poder está en qué hacer con eso, la forma en que cada cual decide actuar ante el otro y jugar sus cartas. Por tanto, la mansedumbre no dejaría de ser una forma más de ejercer ese mismo poder.
- ¿Qué disposición de ánimo se requiere para “esperar el acontecimiento, como los pájaros al hacer nido”
- Diría que, para empezar, requiere del instinto animal de supervivencia y el deseo de permanencia en la vida, lo que conlleva la preparación del lugar y el cuidado previo necesario. También de algo esencialmente humano como es la fe en el futuro suceso. Una fe activa y amorosa que prevé la dicha y se instala a la espera en el lugar del advenimiento.
- ¿Qué es capaz de desleír el “color de las cosas que están por hacer”?
- Cuando las cosas están por hacer, es decir, en un estado transitorio de madurez, no tienen un color definido en nuestra conciencia, se mezclan unas con las otras, emborronan los propósitos y las causas. Cuando finalmente maduran, pasan de ese estado pastoso y cogen entonces el color que las define. Entiendo que la luz, la claridad, son factores determinantes.
“La seducción, como toda belleza, contiene vida y muerte al mismo tiempo”
- ¿Por qué y de qué modo “seducir es un tipo de supervivencia”?
- La seducción nos convierte en sujeto y objeto al mismo tiempo. Sujeto activo que desea seducir al otro y objeto pasivo que desea a su vez someterse al otro. Es un juego bellísimo que se establece exclusivamente con el otro y, como toda belleza, contiene vida y muerte al mismo tiempo.
- ¿Conviene “asumir que la belleza no reposa”?
- Conviene, sí. Nosotros reposaremos, la belleza no lo hará nunca.
- ¿Qué podría delimitar los límites “de la cuestión” en el territorio de la escritura?
- Si pudiéramos equiparar el territorio de la escritura a un tablero de ajedrez, con su comienzo aparentemente dubitativo, las fichas que avanzan o retroceden, que se comen unas a las otras, que no se muestran del todo o que fingen, “la cuestión” sería ese damero en el que uno se juega la vida. La escritura, como la tabla de juego o la hoja en blanco o la sábana blanca de la cama del relato que mencionas, es el lugar de la estrategia —sea esta más intuitiva o más consciente, ya se trate de una escritura de brújula o de ruta—, que delimita esa historia. No hay que obviar tampoco a aquellos que mueven las fichas, que deciden entrar o salir del juego ya se trate de quien escribe o quien lee la historia.